Un testimonio que lo cambió todo: la lucha de una mujer peruana por justicia en Casanare
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Por casi dos años, Anelly Sánchez Espinoza ha vivido con el peso de una noche que la dejó marcada para siempre. Dos años de miedo, de dolor, de intentar reconstruirse tras haber sido víctima de una brutal agresión en Hato Corozal.
El 18 de mayo de 2022, la vida de Anelly cambió. Mientras buscaba refugio de la lluvia junto a su pareja, un grupo de seis personas los rodeó con armas blancas y los separó. A él lo inmovilizaron, a ella la obligaron a caminar hacia una zona boscosa. Lo que sucedió después es una historia de horror que nadie debería vivir.
Fue abusada, torturada y sometida a un acto de violencia despiadado. Como si su sufrimiento no bastara, le cortaron el cabello y le causaron heridas con un arma blanca en el abdomen. La dejaron allí, despojada de su dignidad, con el cuerpo marcado por la violencia y el alma quebrada.
Ese día, le arrebataron la paz, pero no la fuerza para seguir adelante.
Los presuntos responsables fueron identificados como Eduard Alexander Álvarez Farrera, Jean Carlos Guillermo Cordero, Yunier José Colmenares Mendoza y Angélica Pastora Perzo Lucero. Capturados el 20 de mayo de 2022, llevaban consigo objetos robados a la víctima, lo que los vinculó de inmediato con el caso.
Durante meses, el proceso judicial avanzó con dificultades. Las pruebas documentales y los testimonios indirectos no parecían ser suficientes. Los acusados, confiados, esperaban salir en libertad. Hasta que Anelly apareció en la sala de audiencias.
Nadie lo esperaba. El silencio se hizo absoluto cuando fue presntada por el Fiscal de caso como testigo. Por primera vez, sus agresores la vieron de frente desde aquella noche en la que la destrozaron.
Con valentía, se puso de pie y los señaló. “Ellos fueron”, dijo con firmeza. Y entonces, su relato rompió el aire de la sala. Cada palabra fue un golpe para sus victimarios, cada detalle reconstruía el horror de aquella noche.
Las sonrisas de los acusados desaparecieron. El juicio cambió de rumbo. Ahora, el testimonio de Anelly es la prueba clave para que se haga justicia.
Hoy, ella sigue de pie, luchando para que los responsables de su dolor no queden impunes.
Se espera que en las próximas audiencias se emita una sentencia condenatoria, cerrando así un capítulo de impunidad y enviando un mensaje claro: no habrá lugar para la violencia de género en Casanare.
