Caso de Sonia Díaz: La persistencia de una familia ante impunidad.
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Diego Andrés Suárez Daza acusado del feminicidio de Sonia Rocío Díaz Barrera, fue declarado culpable en el juicio que se adelanta en su contra, el pasado 12 de junio; el Juez que preside el caso dictará sentencia el proximo 10 de julio y se espera que reciba entre 500 y 600 meses de cárcel.
La noticia de la captura de Diego Andrés Suárez Daza, señalado como el autor material del feminicidio de Sonia Rocío Díaz Barrera, trajo un hálito de esperanza a una familia que, durante un prolongado tiempo, había clamado incansablemente por justicia.

A pesar de que la recopilación de pruebas suficientes representó un desafío considerable y una espera prolongada, el compromiso de la Fiscalía General de la Nación, en coordinación con la Policía Nacional, finalmente condujo a la detención de quien desde el inicio fue el principal sospechoso.
Tras su aprehensión, el aparato judicial se puso en marcha. El mismo día de su detención, se llevó a cabo la legalización de la orden de captura, seguida de la audiencia de formulación de imputación, donde la Fiscalía solicitó una medida de aseguramiento de carácter intramural, dadas las implicaciones del delito de feminicidio agravado.
El juicio contra Suárez Daza dio inicio el 3 de septiembre de 2024, con la presentación de diversos testimonios y la introducción de pruebas. Una nueva audiencia, programada para el 19 de septiembre de 2024, daría continuidad a la recepción de más elementos probatorios.
El proceso culminó cuando el Juez Segundo Penal del Circuito encontró culpable a Diego Andrés Suárez Daza por el feminicidio agravado de Sonia Rocío Díaz Barrera. La fecha para dictar la sentencia definitiva se fijó para el 10 de julio.
Se anticipa que la pena mínima a la que podría enfrentarse el condenado superaría los 38 años de prisión, si bien el abogado de las víctimas expresó la aspiración de una condena no menor a 500 meses de cárcel. Aún queda por determinar si el fallo judicial extenderá su alcance a posibles cómplices.
En el epicentro de esta prolongada búsqueda de verdad y justicia se encontraba Luzmila Barrera, la madre de Sonia Rocío. Su voz jamás flaqueó, a pesar de los momentos de frustración y el temor que en ocasiones sentía al interactuar con las autoridades.
Con una fe inquebrantable, Luzmila nunca abandonó la esperanza de que la muerte de su hija no quedaría en la impunidad. Su convicción profunda, sumada a las constantes súplicas de su nieta, le otorgaron la fuerza para persistir. La menor, testigo silenciosa del crimen, no solo ha sido un recordatorio viviente de la injusticia, sino también una fuente inagotable de fortaleza. Desde el día de los hechos, la niña identificó a su padre como el agresor, una verdad que pronunciaba con una claridad desgarradora.
La custodia de la niña se transformó en un nuevo y delicado campo de batalla para Luzmila. El padre intentó obtenerla, generando en la abuela un profundo recelo, pues temía que el verdadero propósito fuera silenciar a la pequeña o, incluso, sacarla del país. Un episodio crucial ocurrió cuando funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) visitaron a Luzmila para abordar la solicitud de custodia.
Fue la propia niña, con una valentía que conmovió, quien tomó aparte a una de las funcionarias y le confió en un susurro: “yo no quiero irme con ese papá malo, porque ese papá fue el que mató a mi mamá”. Esta declaración espontánea y emotiva fue determinante para que los funcionarios desistieran de conceder la custodia al padre, asegurando así que la niña permaneciera bajo el cuidado protector de su abuela.
La resiliencia de la niña es conmovedora. A pesar del trauma vivido, recuerda a su madre con profundo cariño y alberga aspiraciones claras para su futuro, como convertirse en doctora para poder “curar a su mamita”. Su inteligencia y vivacidad son un bálsamo para la familia, y en el terminal de transportes, el lugar de trabajo de su abuela, es reconocida y apreciada con el cariñoso apodo de “la princesa del Terminal”.


El éxito, aunque tardío, en esta investigación fue atribuido en parte al encomiable empeño de una investigadora de la SIJIN, identificada como Jacqueline. Según relató la madre de la víctima, Jacqueline prometió llevar el caso hasta sus últimas consecuencias y oraba tanto a Sonia como a Dios para lograrlo.
Luzmila Barrera, aunque experimenta una compleja mezcla de sentimientos, incluyendo cierta lástima por el condenado, asegura que perdonar un acto tan atroz es imposible, especialmente por la brutalidad contra una persona indefensa que fue atacada mientras dormía.
Con la fortaleza que emana de su fe y del amor incondicional por su nieta, Luzmila extiende un mensaje a otras madres que atraviesan tragedias similares: “oren mucho… nunca me cansé de orar, de pedirle a Dios que todo… se hiciera justicia”. Su incansable lucha alcanza ahora la etapa de la sentencia, en la espera de que honre la memoria de Sonia Rocío y reafirme la primacía de la justicia para todas las víctimas de feminicidio.
